
“Cada maestrillo tiene su librillo”… Habréis oído antes este refrán, que ha sido válido durante la mayor parte de la historia de la humanidad. Sin embargo, desde la revolución industrial las cosas han cambiado: la artesanía ha dado paso a la mecanización y la originalidad se está convirtiendo en algo del pasado.
Hoy se busca la máxima uniformidad en todo tipo de productos y esto ha acabado por afectar hasta algo tan especial como el arte, y, para comprobarlo, no hay más que fijarse en la cantidad de “remakes” y versiones de una misma idea que pueblan el mundo audiovisual.
Así que, en el mundo tristemente uniforme en el que las ideas brillantes y rompedoras casi se han agotado, es todo un reto encontrar una historia original para nuestros relatos.
¿Qué es un relato literario?
La definición canónica sería la siguiente: un relato literario es una narración estructurada que se cuenta mediante la escritura.
Y, en el fondo, así es: un relato escrito es la transcripción a símbolos de las historias que nuestros antepasados contaban al final del día, cuando toda la familia, tribu o comunidad, se reunía alrededor de una hoguera, hogar, lar…
Las historias orales, los cuentos, durante toda la antigüedad y gran parte de la historia moderna, fueron la única forma de entretenimiento y educación a la que podían acceder los jóvenes.
Mas tarde, el desarrollo de la escritura permitió conservar aquellos relatos para futuras generaciones, aunque a costa de la pérdida de la expresividad y originalidad de los narradores, que imprimían a las historias matices personales e interpretaciones que dependían la habilidad y la experiencia del orador, o de factores exógenos como el momento, la situación o las particularidades de la audiencia.
Estas particularidades en el modo de contar una historia son las que diferencian un relato literario de una representación maquinal de los hechos: el escritor-artista está obligado a impregnar los relatos con su esencia y no ser un mero relator de los sucesos.
Generador de ideas para escribir un relato.
El desarrollo piramidal no solo se utiliza en literatura, es común a otras muchas disciplinas.

La idea principal ocuparía el vértice superior y debería poder expresarse en tan solo una líneas, cosa que, aunque pueda parecernos difícil, es lo que puede hacerse con la mayoría de obras maestras.
Pongamos un ejemplo:
El Quijote: Siglo XVI, España, un hidalgo se trastorna leyendo libros de caballería y decide salir a los caminos emulando a sus héroes legendarios acompañado de un campesino a modo de escudero, viviendo múltiples aventuras.
En el siguiente nivel desarrollaríamos una sinopsis, detallando el comienzo, nudo y desenlace, y en la base estaría la obra en sí misma, pero la fundamental es la que ocupa la cúspide, la idea, porque sin una idea original, innovadora y creativa es muy difícil hacer destacar una obra.
Y me diréis: los escritores buscan y encuentran ideas originales desde la Grecia clásica, así que ya está todo escrito bajo el sol… En parte es así, pero siempre quedan resquicios.
Nacimiento de una idea:
En 2002 estaba buscando una idea original para presentar un relato al certamen Alberto Magno.
Dos años antes, mi mujer y yo nos habíamos despedido de las empresas para las que trabajábamos con el fin de disfrutar de dos años sabáticos, periodo que aproveché para presentar dos relatos al concurso literario.
El primero (El Desastre de Enfer) consiguió el segundo premio, y el segundo (El dios de Seed) quedó finalista, por lo que tendría que esforzarme al máximo si quería mejorar aquellos resultados.
Era un momento en el que debía decidir hacia donde orientar mi vida: dedicarme a la escritura o crear una empresa de diseño, porque me había hecho la promesa a mi mismo de no volver a trabajar, jamás de los jamases, para una multinacional (me vi obligado a romper aquella promesa años después, pero esa es otra historia).
Así que decidí volver a presentarme al Premio Alberto Magno, pero esta vez con un relato más contundente que en las anteriores ocasiones, y, durante un mes, me dediqué casi en exclusiva a buscar una idea para el relato. Leí mucho y descarté cientos por trilladas o envejecidas, y, como he hecho otras veces: busqué la ayuda en los clásicos.
Sería una novela que integrara animales exóticos, un planeta desfavorable para la vida y una sociedad adaptada a las circunstancias. Aldiss me inspiró en la creación de la fauna, Clarke en la descripción del planeta y Vance en la de la sociedad, pero necesitaba una idea rompedora y original que sirviera de motor a todo aquello y que la mezcla cuajara, y finalmente la encontré mientras intentaba imaginar cuales serían las posibles causas que hicieran de aquel mundo un lugar particularmente hostil.
¿Temperaturas excesivamente altas, o bajas? ¿Vientos huracanados? ¿Radiación extrema?… Esas causas pueden hacer altamente incómodo un planeta, pero ya han sido utilizadas hasta la saciedad. ¿Y que tal todas y a la vez?… Excesivo, nadie podría vivir en un lugar así, pero… ¿Y si eso solo sucediera de día a causa de un sol excesivamente energético? ¿Y si los habitantes de ese planeta pudieran protegerse de su luz permaneciendo en la zona en sombra?
Un planeta que no gira, como Mercurio, tiene una cara abrasada y otra absolutamente gélida, pero existe una zona de penumbra en la que las temperaturas son soportables.

Sin embargo, en un mundo con atmósfera, esa zona tiene que ser tan extremadamente violenta debido a los vientos de confluencia que la vida allí, en términos humanos, será imposible, por lo que la idea era científicamente inviable.
¿Y si el planeta sí tuviera giro, tan lento que permitiera a sus habitantes permanecer en la zona de penumbra, más allá de la aurora y desplazándose continuamente para que el sol y sus mortales radiaciones no los alanzasen?
Nada más concebir esa idea, mi mente se puso a especular sola: los animales nativos de aquel mundo vivirían en una emigración perpetua, manteniéndose en la zona habitable, y la fauna se habría adaptado al giro encapsulándose (hibernando no es la palabra adecuada) durante el periodo diurno y floreciendo en la penumbra.
Solo me faltaban los habitantes. Quería que fueran humanos, pero un planeta así no parecía el lugar ideal para fundar una colonia, así que tenían que ser científicos o exploradores que, por alguna razón, se hubieran visto obligados a vivir allí, y la razón más plausible que se me ocurrió es que fueran descendientes de un grupo de náufragos abandonados allí varias generaciones atrás.
La idea funcionó y la novela (Las tribus de la noche) consiguió el primer premio del certamen del año 2002. Esta novela y otras premiadas forman parte de la antología Recuerdos de la Vieja Tierra.