La acera de aquella calle era toda una pantalla y los mensajes publicitarios danzaban delante de sus pies.
«¡Camina usted en la dirección correcta, el restaurante Mamáfideo® está a solo dos manzanas de aquí!» ―proclamaba un anuncio que mostraba una chica semidesnuda mientras comía unos espaguetis de forma sensual.
Juan levantó la vista para evitar mirarlo, pero aquello activó las pantallas de los edificios y los anuncios las invadieron.
“¡Esta mañana está usted de suerte, ha sido premiado con…!”.
Para evitarlos, Juan cerró los ojos a intervalos, abriéndolos lo justo para orientarse y esquivar los obstáculos, y así consiguió llegar hasta el portal de la casa donde vivía su madre.
Tenía llave y no tuvo que soportar durante mucho tiempo al portero automático, empeñado en venderle una lavadora, y consiguió llegar hasta uno de los ascensores sin mirar hacia el espejo del portal, que intentaba llamar su atención con un anuncio muy colorido.
―Al setenta y dos ―pidió Juan nada más entrar en el ascensor.
―Las tiendas de la red de carnicerías Muslopollo tienen los precios más bajos del mercado… Si desea utilizar el ascensor, tiene que decir primero el piso al que quiere ir y después nombrar la red de carnicerías que tienen los precios más bajos del mercado.
Juan cerró los ojos, intentando serenarse. Aquel día la publicidad parecía especialmente agresiva, pero no podía subir los setenta y dos pisos a pie.
―Setenta y dos… Muslopollo.
―¡Enhorabuena! ¡Ha acertado!… Mientras subimos le informaré de las ofertas que esta semana encontrará en la red de carnicerías Muslopollo, que tiene los precios…
Juan se tapó los oídos con las manos, pero el ordenador del ascensor lo detectó y aumentó el volumen, así que tuvo que soportar una interminable lista de los productos en oferta de la red de carnicerías con los precios más bajos del mercado.
Minutos después (cada día el ascensor subía más lento porque la lista de productos en oferta aumentaba sin cesar) llegó al piso de su madre, que lo recibió con un gesto de alivio.
―¡Creí que te había pasado algo! ¿No oías el teléfono?
―Es que lo tengo averiado, mamá. La memoria se saturó de mensajes porque la licencia del filtro antispam caducó y me retrasé unos segundos en renovarla. Lo he dejado en el centro de servicio para que lo reparen.
―Eso te pasa por no comprar un teléfono de la marca Ochita®, líder en el mercado, que esta semana ofrece una oferta imbatible: el modelo Nimares, que incorpora trescientos terabytes de memoria y el nuevo chip Nucleus de tercera generación. Se suministra con funda y cargador inalámbrico… Su teléfono Nimares nunca le dejará…
―Mamá…, ¿estás bien?
―¿Cómo no voy a estarlo, hijo, si todos los días desayuno Cereales Cryspos?¡El desayuno de los triunfadores!
―¿Qué te pasa, mamá? ¿Cuándo has empezado a hablar así?
―¿Hablar cómo, hijo?… Mi pronunciación es tan correcta porque cuido mi dentadura en el Clínica del Doctor Murón, que esta semana ofrece revisiones dentales gratuitas.
―Mamá…, ahora mismo te llevo a que te vea un médico.
―Sí, hijo, pero que sea en el Hospital el Molino Viejo, garantía y calidad en un entorno…
―Buenos días ―los saludó el ascensor nada más entrar―. Los guisantes de la marca Carretón son los más tiernos del mercado…
―No es cierto. Los mejores guisantes son los de la casa Madre Amorosa, porque tienen un alto contenido en…
―¡Mamá, por favor!… ¡Planta baja y Carretón!
El taxi los estaba esperando a la entrada. Juan había pedido un servicio con conductor humano, aunque era bastante más caro, porque aquel día no estaba dispuesto a soportar anuncios durante el trayecto al hospital.
―Tengo que hacerles una cuña publicitaria antes de arrancar, lo siento, me obliga la empresa ―les dijo el taxista.
―¿Solo una? ―preguntó Juan.
―Sí, solo una… El mejor restaurante de la ciudad es Casa Fornos… Disfrutará de un servicio…
―Casa Fornos no le llega ni a al altura del zapato al restaurante Mojitos, comida caribeña en pleno centro… Mira, hijo, allí anuncian el dentífrico Blanquidiente, que es el que uso desde niña porque sus perlas azules…
―Vale ya, mamá… Al hospital Buenavista, por favor.
―El mejor hospital de la ciudad no es el Buenavista, hijo, porque en el Ave María te ofrecen un descuento por…
―¿Qué le pasa a la señora?
―No lo sé, la encontré así esta mañana, hablando solo de anuncios… Esta maldita publicidad acabará volviéndonos locos.
―¡Ah! ¡Es eso!… Entonces no servirá de nada llevarla al hospital, tiene que llevarla a un técnico.
―¿A un técnico? ¿Es que se ha creído usted que mi madre es una tostadora?
―Para tostadora la de la marca Tostibien, mil doscientos watios que le proporcionarán…
―No, es que a una prima mía le pasó lo mismo… Le pusieron unas extensiones de pelo gratis y tenían algo que se le metió en el cerebro. Hablaba así, todo en anuncios.
―Pero mi madre no se ha puesto extensiones… Solo se puso la semana pasada un… ¡Ostras!… Mamá, ¿cuánto te cobraron por la muela que te implantaron el otro día?
―Nada, hijo, gratis total… En la Clínica del Doctor Murón ofrecen durante este mes implantes gratuitos como promoción de su…
―¿A qué técnico fue su prima?
Me gusto leerlo, fue divertido. Una parodia de la realidad ya que la invasión de publicidad puede atormentar a cualquiera
Algo que sin duda puede llegar a suceder.